Cuando nació, el mundo ya existía. Existía hacía millones de años y lo que veía era fruto de la evolución de todos esos años y de la acción de los hombres. Antes que él habían vivido millones de hombres iguales a él y ya habían desaparecido. Y los hombres y mujeres que ahora veía habían nacido antes que él y morirían antes o después de él. Se puso a entender todo lo que le rodeaba. Empezó pronto y aprendió a hablar enseguida, más adelante reparó en lo fácil que había aprendido a hacer lo más complicado que el hombre hace en su vida, hablar. Hablar le permitía comunicarse con los que le rodeaban. Luego aprendió a entender a los demás y a darse a entender, aunque no siempre lo lograba. Aprendió lo que le enseñaron sus padres, sus hermanos, los adultos en general, los amigos, las amigas y finalmente llegó a adulto. Se alimentó, se reprodujo, siguió aprendiendo y enseñó a los nuevos, modificó alguna cosa e inventó alguna otra y cuando todavía no había entendido el misterio oscuro de la existencia se dió cuenta de que jamás resolvería el enigma, se sintió mal y lo enterraron.
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Los porqués insaciables empiezan a los tres años y medio (al menos en el caso de mi hija). Se repiten a lo largo del día hasta la extenuación materna y paterna. Van disminuyendo con el crecimiento porque este comporta respuestas, más o menos satisfactorias, pero respuestas. Llega un momento en que asumes tantas cosas sin preguntártelas que cuando te paras a pensar en ellas, te asustas de tu relajación cerebral. Entonces, das un respingo, y dices - ¿por qué?- Y, o te conviertes en un polemista - sin dirección o con ella -, o te conviertes en alguien que sigue creciendo, y deseablemente, haciendo crecer a los demás. Pero, así y todo, ¿para qué?... La respuesta es bien sencilla, por puro placer y porque para muchos es dulcemente ineluctable, como la muerte.
ResponderEliminarBesos,
Cris
Lo ineluctable es aquello contra lo que no se puede luchar. Como bien dice Cris, puede llegar a ser dulce dejarse arrastrar por la fatalidad. Dejar que el viento y la marea te lleven a donde quieran. El enigma soberano que nos rige.
ResponderEliminarYo me arrepiento de no haber hecho caso a mi padre cuando me decía que escribiera una guía sobre los váteres de España... Creo que desde pequeño he visitado más inodoros que muchos otros seres humanos. Local al que íbamos, baño que conocía. No por incontinencia, pero sí por buscar una 'salida alternativa'; como el que se sienta cerca del pasillo en el cine (como yo). Creo que todo empezó en un lugar llamado Jugolandia. Yo pedí una Fanta y mi hermano una Cocacola. Mi padre no lo superó. Afortunadamente sigue vivo y tiene un blog; y todos escribimos lo que no pudimos decir en aquella época, cuando los recursos de comunicación estaban en pañales.
ResponderEliminarCon la M de muerte me río de la V de vida y cuando caigamos en la H de hoyo, las palabras que ponen música al desarrollo de las ideas quedarán pa' siempre bajo el amparo de la R de red.
PD.: Escribo estas líneas mientras hago una foto a un váter con un delfín dibujado en la 'tapa'. ¡Te cagas!
El cañamón
Cañamón.
ResponderEliminarEn tus infinitas visitas escusadoras,
¿no te habrás encontrado con un Casio digital que perdí allá por los 80? Si lo ves, no efeques, dime la hora que pone. Mi infancia se detuvo en aquel instante y envejecí 00:05 segundos. Desde entonces, soy analógico hasta las trancas.
MSB
Me ha gustado mucho Copifate!!, me ha recordado a Memoria del fuego, de Galeano.
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