Hoy he vuelto a comer con mis amigos. Tenemos la costumbre de comer una vez a la semana. Somos como máximo seis, siempre los mismos.
Hoy, como hacía tiempo que no nos veíamos por las vacaciones, nos hemos alegrado mucho de vernos. Faltaban dos. La conversación ha sido amena, diversa y dispersa, con esa ligereza de lo verbal. De un tema se pasa a otro de este a otro y sin saber cómo estás discutiendo sobre quién trajo el chocolate a Europa y si fué en el XV o en el XVIII. No exagero.
Hoy, no puedo recordar cómo hemos llegado a ello, hemos estado hablando de una excelente biografía de Azaña, el que fuera presidente de la II República española, escrita por Santos Juliá. Un libro imprescindible para entender la desconocida figura del personaje. De rondón y como dándolo por descontado uno de los presentes ha afirmado que Azaña era un "supuesto" intelectual que había hecho fracasar la república y alguna lindeza más de ese tenor.. Como una tertulia de amigos no es el mejor lugar para discutir agriamente ni para ofender a nadie, se ha cambiado sutilmente de tema, lo que resulta muy fácil por la ya mencionada ligereza de la comunicación verbal.
Y después, volviendo a casa no podía quitarme de la cabeza lo escuchado, no solo por lo que a mi entender tenía de inexactitud, sino sobre todo por lo que tenía de contradictorio con mi propia valoración de la figura de Azaña.
Se ha escrito tanto sobre la época que se me amontonan las reflexiones. Pero sí quiero decir que en este pobre y retrasado país sometido durante siglos a la humillante incapacidad de la monarquía y al poder oscurantista de la iglesia católica, unos cuantos españoles, no muchos, entre ellos Azaña, intentaron a lo largo del primer tercio de nuestro nefasto siglo XX, sustituir el sistema monárquico por otro democrático sometido a una constitución abierta y liberal, un sistema justo en el que el ciudadano fuera el centro de la política, un sistema laico que nos metiera en la modernidad y en la educación y nos sacara de las adocenadas tendencias de las clases dirigentes. Fueron esos ciudadanos los que trajeron la república como consecuencia, en primer lugar, de la limpia victoria en unas elecciones municipales y en segundo lugar, ante el vacío de poder que se produjo al salir huyendo vergonzantemente del país el despreciable monarca que nos gobernaba por voluntad de dios. Pero faltaba mucho por hacer y los españoles aún no estaban preparados para permitir que las ideas circularan libremente sin matarse y ocurrió lo que todos sabemos.
Hoy que vivimos en libertad, no podemos permitirnos la ligereza, aunque sea verbal, de despreciar a personas como Azaña que anticiparon hace 78 años lo que ahora disfrutamos y valoramos y nos dignifica como personas.
Esto es lo que pienso.
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Veo tu hazaña de escribir y reflexionar y subo a veinte aplausos al grito de ¡Bravo! Post de estos necesitamos a diario, Mr. Copifate.
ResponderEliminarGracias
como siempre tus post me hacen reflexionar, y me he quedado pensando en la ligereza de la comunicación verbal. Nos pasamos la vida escuchando, leyendo, observando..y nos creamos opiniones sobre infinidad de cosas, muchas veces erróneas. Como muy bien dices la ligereza va unida a la ignorancia, y aquí me aplico el cuento: nos resulta tan difícil no dar una opinión!, nos cuesta tanto estar callados cuando no conocemos algo. Y también a veces ocurre que creemos saber cuando no tenemos ni idea. A mi me pasa, pero intento corregirlo escuchando, y leyendo, claro.
ResponderEliminarEs inexacto imputar "ligereza" a la comunicación verbal, que, en todo caso, sería imputable al comunicador. Presumir que la escritura es más reflexiva no se sostiene en términos objetivos, ya que una u otra no son sino el medio de expresión de las ideas y éstas las formula un individuo, sujeto, por tanto, de sus "ligerezas".
ResponderEliminarY, desde luego, la ligereza del antiazañista no cabe imputársela a su verbalización, sino, en el caso concreto, al mero afán de contradicción que debe ser uno de los atractivos de tu amigo por más que, en ocasiones, lleve la polémica al campo de la discusión.
Por lo demás, lamento coincidir contigo en el republicanismo laicista porque me desnuda de argumentación polemizadora.
Ahora me anticipo a un comentario tuyo que espero con avidez(Sherwood Anderson), sugiriéndote que medites sobre varios aspectos:
-el mundo secreto que encierran todos sus personajes.
-el microcosmos de ese pueblo, que no debe de diferir del de un barrio de Nueva York (el banquero, el periodista, el almacenista de ultramarinos, el ferretero).
-hallar sus huellas en otros autores USA (dejemos a Faulkner por evidente) como Dos Passos (¿), Hemingway o Fitzgerald (¿) y, ?por qué no? Cormack Mc Carthy (a mí, en este autor, me parece clara la línea estilística).
El Insurgente.
Querido insurgente: bienvenido a este humilde blog en el que no hay más pretensión que el de anotar impresiones expresadas con la mayor exactitud posible. Dejar constancia en esta gran memoria colectiva de lo que un día pensé. No es un diario, no es íntimo, es un soporte al que se puede acudir y participar. Es una célula entre millones necesitada de sinapsis. Me gustaría que primaran en él más las ideas que las opiniones, es decir la libertad de pensamiento, más que la libertad de expresión.
ResponderEliminarEs un espacio propio compartido con todos.
Voy a ser ligera:
ResponderEliminar"Libertad de opinión más que libertad de expresión"
¡Qué necesario! ¡Qué bonito! ¡Qué deseable!
Bravo.
Cris
Querida Cris, bueno, bueno, bueno, bueno...¡Qué guay, qué fuerte, qué de putamadre, qué bien!
ResponderEliminarCuidado con la ligereza.
Insurgente...un paso al frente!!!
ResponderEliminarIsa... a Misa!!!
Copifate... 'quies' que te ate???
Daniel... qué te arranco la piel!!!
Pequeño ejemplo de voces características en cualquier período falto de libertades aquí y allá donde lo hubo, hay, y/o habrá (Dios mediante).
Cris